Lengua materna, de Suzette Haden Elgin

2019
02.25

En el año 2179 el movimiento de liberación de la mujer ha sido completamente aplastado. Las mujeres ya no pueden votar, son consideradas inferiores, no se les permite estudiar y su única función es complacer a los hombres y criar hijos.

Por otro lado, los viajes espaciales han permitido contactar con civilizaciones alienígenas con las que se debe comerciar para conseguir las materias primas que se necesitan en la Tierra. Un grupo privilegiado, los lingüistas, son los encargados de hacer de intérpretes en las complicadas negociaciones entre los embajadores alienígenas y los humanos. Desde bebés han estado expuestos a los lenguajes de los extraterrestres y los hablan como si fueran nativos.

Nazareth es una niña con una capacidad asombrosa para aprender idiomas. Ella sola ha descubierto que el lenguaje que utiliza no nombra experiencias que a ella le preocupan. Las mujeres de su familia se dan cuenta de esa habilidad suya y quieren captarla para un proyecto secreto que llevan a cabo: una lengua exclusiva para las mujeres en la que puedan comunicarse sin que los hombres puedan entenderlas. No solo será un lenguaje secreto, será también un lenguaje distinto que pondrá nombre a experiencias femeninas. Estos son algunos ejemplos de ese lenguaje:

Radíldin: no vacación, un momento supuestamente festivo pero que en realidad resulta una carga por causa del trabajo y los preparativos, lo cual lo convierten en una ocasión temida; especialmente cuando hay demasiados invitados y ninguno de ellos ayuda.

Rarilh: abstenerse de archivar deliberadamente; por ejemplo, no haber archivado a lo largo de la historia los logros de las mujeres.

Rashida: no juego, un «juego» cruel que solo lo es para los que lo practican desde el punto de vista dominante, con el poder para forzar a los otros a participar.

Este es el punto de partida de la novela que recomiendo a los amantes de la ciencia ficción, y de las distopías (palabreja que significa imaginar un mundo terrible, como si no tuviéramos bastante con este nuestro).

Carlos Herrero Canencia, el bibliotecario.

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