Creación
Esquina doblada
Vox Populi
Título clave: Vox Populi (Colmenar Viejo. Internet) · ISSN: 2255-0585
IES Rosa Chacel
Número XXIII
Junio de 2013
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20

Rocío bañado en fuego

David de Gregorio

Primer premio 1º y 2º ESO, Concurso Literario Ventanal de la Sierra 2013

Al sentir que me hundía, me desperté. Era otra vez la paja, comenzaba a salirse por debajo de la tela. Maldita sea. Mira que le dije a mi madre que me lo cosiera. Me levanté, me abroché el camisón y subí a la buhardilla, donde guardábamos el hilo y las agujas. Como no se veía nada, cogí una de las velas del pasillo. Me di prisa, pues tenía sueño y al día siguiente tendría que limpiar la casa.

Al llegar a la buhardilla, miré por la ventana. Mi familia y yo vivíamos a las afueras de Wootom, y desde allí se veía toda la Cordillera de Pinos. Era de noche, pero había una luz en un claro del bosque. Me extrañó bastante, pues esa luz se movía de aquí para allá. Me puse una chaqueta de lana de oveja y salí al bosque.

Hacía mucho frío, y yo iba corriendo con el temor de que la luz se apagase, o sea que iba apañada. Al llegar al claro, me dolían las costillas, y mis pies descalzos estaban empapados de rocío. Pero lo que vi allí me hizo olvidarme de esos detalles. Había dos hombres. Uno de ellos estaba prendido en llamas, y el otro tenía un extraño sombrero. Pero... no, ¡ese primer hombre manejaba las llamas! Se movían alrededor de él, sin apenas rozarle. El hombre del sombrero era larguirucho, y tenía una sonrisa en la cara. Tal vez fuese por la falta de luz, por la de sueño, o por ambas, pero me pareció ver algo maquiavélico en esa sonrisa. De pronto, el alto individuo recuperó la compostura y apuntó a lo que parecía su enemigo con un dedo.

El aire se llenó de manchas rojas, y todo se volvió blanco. Recuerdo que mis helados pies perdieron el contacto con el suelo. De pronto, dolor. Aterricé varios metros atrás. Al recomponerme, miré al claro. Tan sólo seguía en pie el hombre larguirucho. En el otro individuo no quedaba llama alguna, y yacía muerto en el suelo. Fue entonces cuando el estrafalario tipo se fijó en mí. Sus ojos me sostenían la mirada como nunca nadie lo había hecho. De repente habló, y su voz era tan suave como el terciopelo, pero al mismo tiempo imponía respeto.

–Muy buenas noches. No esperaba tener visitas, y menos de jovencitas tan atractivas.

Me sonrojé. Acababa de cumplir los dieciséis, y aunque habían alabado mi belleza unas cuantas veces, su comentario me sentó especialmente bien. Sin embargo, no paraba de pensar en lo que había visto antes.

–Esta situación es un poco incómoda, cierto —dijo el hombre–. Supongo que lo que acabas de ver te habrá dejado anonadada, por no decir que mi pasmosa belleza te habrá sorprendido.

Sin darme cuenta, sonreí como una bobalicona. Aquel hombre tenía algo especial, no sabía muy bien lo que era... Sin embargo, no acababa de convencerme. Saludé torpemente. No recuerdo lo que dije, pero seguro que fue algo estúpido. Le miré con cara de extrañeza.

–Ya, supongo que no sabes que decir, así que no digas nada, ¿bien? Bien. Lo que acabas de presenciar es algo que no deberías haber visto —añadió con un repentino cambio de voz–, pero tu extrañada cara me hace gracia, así que no te mataré.

Se me heló la sangre en las venas. ¿Aquel hombre estaba hablando de matarme? Retrocedí un paso. No sé de dónde, pero un recuerdo me vino a la mente. Pregunté, envalentonada:

–¿Quién era ese tipo? ¿Y quién demonios eres tú?

Me miró extrañado, como si no esperase que le hiciera la pregunta más lógica del mundo. Sin embargo, respondió.

Soy... cómo te lo diría... una especie de mago —Al ver mi cara sonrió-. Ese tipo era el hombre que mató... a un colega mío. Y su... su muerte debía ser vengada, ¿bien? Bien.

Miré su brazo. Tenía una venda de color rojo sangre, y con grabados negros. Pero como no me interesaba meterme en problemas, dejé que siguiera hablando.

–Así es, pertenezco a una serie de personas con poderes un tanto especiales, pero nos interesa permanecer en la clandestinidad, y por tanto...

–¡CUIDADO! —Grité señalando detrás de él. El tipo se dio la vuelta, y aproveché para lanzarle a la nuca la piedra que sostenía en la mano. Y el bosque se silenció.

Las chicharras se oían levemente, y un viento húmedo pero suave soplaba, meciendo la hierba. Me acerqué al hombre. Había caído bocarriba, con lo que todo sería más fácil. Posé silenciosamente la palma de mi mano en su cara, y dejó de respirar. Rebusqué en sus bolsillos. Encontré una carta com un montón de párrafos, pero tan sólo me interesaba el encabezado, que decía: "A Chaader, hijo de Adeelian" Perfecto. Aunque nunca hubiera pensado que tendría que echar mano de una piedra para acabar con un nigromante, sonreí. El Gran Emperador de los Magos me sabría recompensar.