Discurso de graduación

Felipe Perucho, tutor de 2º de Bachillerato

Este año más que nunca os hemos cambiado el mes de mayo por un número. Hay entre vosotros orgullosos números 8 y números 3 cabizbajos. No os dejéis engañar: vuestra verdadera talla viene dada por la fuerza de vuestras ilusiones, y eso no se mide con números, sino en sonrisas, en miradas perdidas, en jornadas de esfuerzo, que ya habéis descubierto que no vienen acompañadas por una banda sonora como en las películas, y sí, también se mide en dientes apretados y en ceños fruncidos.

Hemos recorrido parte del camino juntos, y habéis sido, aunque no lo podáis creer, una lección permanente para nosotros, creo que puedo decir esto en nombre de todos los profesores. A muchos os he visto llorar, algunos os habéis desmayado. Todos hemos viajado en el mismo tren de prisas y nervios. Otros, no lo podremos olvidar, habéis sentido la amenaza definitiva. Pero estáis aquí; todos estamos aquí, y todos miráis al frente. Gracias. Señaláis el futuro con vuestra esperanza.

De alguna manera habéis llegado a saber que sólo se avanza con ilusión, con entrega, olvidándose del camino, porque no hay: se hace al andar. Ojalá hayamos tenido algo que ver en esta sabiduría vuestra, y no sólo con vuestra habilidad para resolver integrales, nombrar a los poetas de la Generación del 27 o daros cuenta de que este profesor ha saqueado las despensas de Antonio Machado y Rubén Darío para escribir su discurso.

Están equivocados. Dicen que estáis equivocados porque imagináis un futuro intenso, luminoso, un espectáculo de vida y esperanza. Por favor seguid así.

No saben interpretar la realidad. Dicen que no sabéis interpretarla. Nosotros sabemos que es verdad, que no la sabéis interpretar, pero sabéis crearla, que es más intenso y más definitivo.

Son irresponsables. Dicen que sois irresponsables, y esto, definitivamente, es falso. Os responsabilizáis de vuestros pasos, y sabéis rectificarlos, pero no os responsabilizáis de los nuestros, ni de los que han pasado antes. Gracias por esa claridad de ideas.

Son irreverentes. Dicen que sois irreverentes, y esto no lo podemos negar: es así, y menos mal. Es justo lo que nos hace falta: gente dispuesta a trazar nuevas normas, a dibujar las reglas sobre las que se regirán las nuevas construcciones. Sois constructores, habéis aprendido a serlo. Podéis hacerlo.

Pero no es lo que podáis hacer, es que lo sois. Sois, en el mejor sentido de las palabras, gente equivocada, que no sabe interpretar la realidad, irresponsable e irreverente. Seguid siendo así. Sois ansia de círculo y ascenso, y eso os ayudará a arriar velas y fijar el timón, o a cambiar el rumbo, según convenga.

Permitidme por un momento que os hable como si ya hubiera recorrido vuestro camino, cosa que, como sabéis, es falsa. No todo es incertidumbre: hay algunas cosas seguras. Por ejemplo, que si crees que vas a perder, perderéis. Y que no hay camino, que se hace camino al andar, y que a nadie le conviene olvidar de dónde viene. No olvidéis que esta es vuestra casa. Que siempre lo será.

Vais a permitir que termine ofreciéndoos un bizcocho casero, un dibujo propio: unos versos, un poema que tiene la legitimidad de que no está escrito para esta ocasión, y que siempre ha sido vuestro. Seguro que sabréis disculpar que no esté bien cocido, que las proporciones no sean adecuadas y que esté quemado por fuera y crudo por dentro. Está relleno de cariño. En fin, un poema para terminar: