Creación
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Vox Populi
Título clave: Vox Populi (Colmenar Viejo. Internet) · ISSN: 2255-0585
IES Rosa Chacel
Número XXIII
Junio de 2013
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28

Huérfana

Sandra Gutiérrez

Tercer premio 1º y 2º ESO, Concurso Literario Ventanal de la Sierra 2013

Cuando era pequeña, me quedé huérfana. Pasé la mitad de mi infancia en un edificio a las afueras de la aldea, plagado de insectos y de niños pecosos estúpidos que no paraban de molestarme; por suerte, a los 12 años, una mujer rechoncha de unos cincuenta y pico años, y su marido, un hombre aún más gordo, me recogieron de ese asqueroso lugar. Ese día pensé "¡Qué suerte! ¡Por fin una familia!" Pero nada más estar con ellos una sola tarde, tuve ganas de volver a ese pedazo de mundo sucio y lleno de pecosos. ¡Esas personas no me dejaban en paz! Que si dame un masaje, que me prepares una ducha, que barras la casa... aunque yo no me quejé, al menos tenía un cuarto para mi sola, y comida que no estaba en proceso de putrefacción. Pero todo cambió cuando cumplí los 16 años, y no creáis que para mejor...

Llegaba tarde, estaba lloviendo a cántaros y el autobús se había pasado con eso de llegar tarde. Llegué a casa chorreando como una ducha, maldiciendo el momento en el que oí en el telediario que haría sol toda la semana, y ,como todos los días, me fui a dar una ducha con agua caliente, sin ni siquiera preguntarme porqué estaba la casa tan silenciosa cuando normalmente se escuchaban chillidos desde la manzana de al lado. Al mirarme en el espejo me pregunté cuándo había crecido tanto, me parecía ayer cuando no medía más de un metro, llevaba gafas redondas y negras que me tapaban los ojos azules, y mi pelo rojo no me llegaba casi ni a los hombros; ahora lo que me medía un metro era el pelo, y ya no había dos círculos que me tapasen la cara. Había tardado bastante en acostumbrarme a las lentillas, pero eran más cómodas que esas cosas. Cuando salí de la ducha, ya me empezó a resultar extraño que no se escuchase nada. Lo dejé pasar, la verdad es que no me importaba nada estar sola sin tener que hacer caso a ese matrimonio de hamburguesas con camiseta y calva andante. Pero a las diez y media, seguía sin haber nadie. Esto ya era muy preocupante. Bajé a mirar. Salón: Vacío. Cocina: Vacía. Comedor: Vacío. Despacho: Vacío... Me fui a la cocina, estaba muy liada, esto solo me podía recordar a películas de miedo, o a series policíacas que terminan en asesinatos, muchos, muchos asesinatos.., y eso no es que me reconfortara demasiado. Me preparé un té. "Llegarán pronto, seguramente estarán en un entierro o algo así" Parece mentira que palabras así me relajen tanto... ¿o sería por el té? No lo sabía, solo quería dormir... me pesaban los párpados... ¿Cuándo había empezado a tener sueño? No lo sabía, pero oí un ruido, me quedé tiesa como si estuviera disecada. No se volvió a oír nada. "¿Mi imaginación?" suspiré, estaba muerta de sueño, tendría que subir arriba. Otra vez ese ruido, como si alguien hubiera pisado en una madera vieja y crujiente.

–¿Ho-hola? —susurré. Me levanté despacio y me puse a mirar hacia los lados. Nada raro.

Otra pisada. Cada vez más cerca.

–¿Ho...la? —Esto ya me asustaba de verdad. ¡¿Qué estaba pasando en esa maldita casucha?! Entonces lo vi. ¿Era un asesino? No lo sabía, pero me miraba desde las sombras, yo solo veía el brillo de sus ojos, y el de algo plateado que llevaba en las manos. Yo reprimí un chillido de miedo, y me escondí detrás de una encimera. Lo oía acercarse. No sabía qué hacer. Vi un pequeño cuchillo a mi lado, estaba muy cerca de mí. Nunca hubiera pensado que tendría que echar mano de todo mi valor para moverme. Cuando conseguí cogerlo me salvé por los pelos del cuchillo que el hombre me lanzaba, aunque me cortó buena parte del brazo derecho. Grité de dolor, pero sabía que eso no me iba a salvar, así que me giré sobre mi misma y di un salto y corrí en dirección a las escaleras, pero él corría rápido. Estuvo a punto de pillarme, pero le clave el cuchillo en la mano. Él me insultó chillando, pero yo corrí hacia las escaleras. Cuando llegué arriba me escondí en un armario, aunque fui lo bastante lista para hacer una trampa antes de que subiese, cerré la puerta de mi habitación de un portazo, y como las demás puertas estaban abiertas, se notaba bastante. El tío echó un vistazo rápido, y abrió la puerta. Se dio cuenta al instante de que ahí no había nadie, pero a mi me dio tiempo a bajar corriendo las escaleras e intentar abrir la puerta... que estaba cerrada. ¡¡ESTÚPIDA!! Empecé a aporrear la puerta con fuerza, no podía creer que no tuviera otra salida, esa era la única puerta que daba a la calle, y las ventanas tenían rejas. Me dejé caer al suelo, ya no me importaba el asesino, total, ¿para qué huir? Me iba a pillar igual. Los pasos se pararon, y sentí el gélido tacto del cuchillo en mi cuello. Las lágrimas me salían solas, y por un momento se me olvidó cómo respirar. El hombre bajó el cuchillo. Yo seguía llorando.

–No llores, pequeña. Ya está todo bien. —Esa voz me resultaba muy familiar... Me di la vuelta, muy despacio. Lo veía todo borroso, pero reconocería esa sonrisa en cualquier sitio... Aun que no me lo podía creer.

–...John... –susurré. El hombre se convirtió en el chico pecoso y molesto del orfanato. ¿Era un sueño o algo parecido? ¿Había muerto ya?

–Rose... ¿Qué haces aquí? —Le miré desconcertada.

–Quien... tendría que preguntar soy yo –Le dije, aún pensando en que uno de mis extraños sueños había tomado un giro inesperado.

–He venido a rescatarte. –"¿¡Eh?!" pensé, pero no lo dije, seguía viendo el cuchillo. Me quedé callada, no sabía qué responder.

–Tranquila enana, no te haré nada. —Yo miré el cuchillo que aún agarraba, deseaba que eso desapareciese de la escena, nunca me han gustado esas cosas. Él, como si me leyese la mente, lo soltó y me cogió del brazo para levantarme, lo cual me hizo gemir de dolor.– Si... perdón por eso, no sabía que eras tú...

–No... no pasa nada, no me duele. —susurré. No quería que pensase que era una blanda.- además, yo también te he hecho daño...-él se rió de buena gana y dijo que no importaba. –Bueno, vámonos ya, ya no pintamos nada aquí.

–Yo... ¡vivo aquí! —Dije yo, aunque pareciese mentira, no quería irme de la única casa acogedora que había tenido realmente.

–Tu vivías aquí —me corrigió— ahora ya no.— Le fui a corregir, pero no me dejó. Me echó a un lado, y se puso a forzar la cerradura. Cuando por fin la puerta cedió, me volvió a coger del brazo y me llevó fuera.

–¿iQué pasa?! —me separé de él.– ¡Explícame ya lo que pasa! –Él me miró, como pensando si darme una bofetada o contestarme.

–Te he rescatado. Esas personas eran malvadas. —Yo le miré, sorprendida de la estupidez que acababa de decir.— Ese matrimonio está perseguido en dos países aparte de este. Adoptan a niñas pequeñas, y cuando cumplen una edad determinada, las venden al mejor postor.— Yo me quedé sin habla. ¿Qué estaba diciendo ese niñato? Él me volvió a coger el brazo.— Vamos, he venido hoy porque se han ido a por ese "postor". No podía ser en otro momento...

–¡Ah! Así que me atacaste porque no sabías que era yo, ¿Eh?

–...Pensé que uno de ellos se había quedado en la casa para que no te fueras. ¡Vamos, anda! —se oía el inconfundible motor del coche de mi matrimonio de hamburguesas personal. Yo me rendí y le seguí.

–Pero, ¿Por qué no llamaste a la policía?

–Lo hice. Estarán a punto de llegar, pero no me podía arriesgar a que te pasase nada.–Yo le miré. De pronto oí el inconfundible grito de mi "madre", y aceleré el paso. A los pocos segundos se oyeron las sirenas de los coches de policía. John suspiró, aliviado. Me llevó hacia uno de los coches, en él me taparon con una manta y me preguntaron algunas cosas. Cuando terminaron, vi al matrimonio chillar mientras se metían en un coche de policía desde mi asiento provisional en el maletero de una furgoneta. Un hombre muy feo y rellenito les seguía de cerca. "¿El postor?" suspiré. Entonces John se sentó a mi lado.– ¿Cómo supiste que eran ellos? –Le pregunté.– Fácil, a mí quienes me adoptaron fueron unos detectives muy majos incapaces de tener hijos —se encogió de hombros– estaban con este caso cuando yo me trasladé con ellos hace unos meses. Me sonaban mucho, y al acordarme de que te habían adoptado a ti. Investigamos un poco, y así te encontramos. –Yo le sonreí como agradecimiento. Empecé a temblar de frío, y el se acercó a mí y me abrazó. Lo último que recuerdo antes de quedarme dormida en su hombro fue que dejó de llover y la luna llena salió por fin.