Creación
Esquina doblada
Vox Populi
Título clave: Vox Populi (Colmenar Viejo. Internet) · ISSN: 2255-0585
IES Rosa Chacel
Número XXIII
Junio de 2013
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22

Calor

Elena Blanco

Segundo premio Bachillerato, Concurso Literario Ventanal de la Sierra 2013

El barro inunda mis zapatillas. Escondido tras un coche herrumbroso y olvidado, rezo a un dios que hace ya tiempo dejó de escucharme. Hace ya dos horas que espero con una pistola en la mano, observando la puerta de un apartamento a las afueras de Pereira.

* * *

Siento las sábanas aún calientes y los latidos desacompasados del corazón de una chica bajo mi mejilla. Me pierdo en los recuerdos que me ha dejado la noche y me hago consciente de que ni siquiera recuerdo el nombre de la persona que descansa bajo mi cuerpo. Mami, ¿por qué terminé haciendo lo que todos hacen, si se supone que yo era diferente? Todavía vago, perdido en tu silencio.

Decido dejar la habitación. El cielo está bañado de rojo sangre y la luna, escondida tras una palmera, todavía se aferra al horizonte. Las chabolas se amontonan en la colina muerta por la que asciendo. El lodo anega la carretera que cruza el sombrío barrio en el que me crié. Mami, si yo gobemara el mundo no permitiría que el primer juguete de los niños de esta zona de la ciudad fuera una pistola.

A lo lejos veo a mi hermana cargando con un saco de patatas. Se dirige hacia nuestra casa. Corro hacia ella, pero antes de alcanzada veo que para en seco. Observa fijamente cómo la policía se lleva el cuerpo sin vida de una chica de su edad. Un chaval sujeta la mano ensangrentada de la joven mientras el cadáver desaparece en el interior de una ambulando. Me acerco a ella y la abrazo. Caminamos perdidos en un silencio incómodo y llegamos a casa.

Nuestro hogar es una pequeña habitación, que utilizamos como dormitorio y cocina. Dejo a mi hermana sobre el colchón en el que dormimos. Mami, jamás te perdonaré que no estés aquí para consolarla. Ya no recuerdo si optaste por el suicidio porque papá nos abandonó o si papá nos abandonó porque tú te suicidaste. Te dejaste vencer demasiado pronto.

Sobre la maltratada mesa que se encuentra frente a nuestra cama, descansa un sobre blanco. Mi corazón se acelera, pues creo adivinar su contenido. Me mareo.

"Tenemos que hablar. Hiciste un trabajo impecable". Hace ya tiempo que no leo y con dificultad descifro el mensaje. Sin embargo, consigo reconocer la irregular letra de Manuel. Rápidamente me doy la vuelta, habiendo metido antes la nota en mi bolsillo. Mi hermana está de pie ante mí, interrogándome con sus ojos negros. Yo no contesto a la pregunta que sus ojos me hacen y ella coge mis manos.

–No te voy a preguntar qué había en el sobre, pero sé que algo tramas. Ándate con cuidado.

Suelto sus manos y me dirijo hacía "La Palmera", el burdel que frecuentan las personas que pertenecen a la alta sociedad de Pereira. Dudo. Cada paso es un salto al vacío. Miles de ideas pasan por mi cabeza, pero, sobre todo, pienso que si durante la noche el negocio ha ido bien, Manuel me puede invitar a comer decentemente.

Es mediodía y el local está desierto. Ante mí, la puerta de madera en la que están talladas las palabras "Privado. No entrar", que segundos después empujo por segunda vez en mi vida. Veo a Manuel, recostado en un sofá de piel sintética. Hoy tiene 38 años, 3 meses y 14 días, controla el tráfico de drogas de más de media ciudad y es el dueño del burdel "La Palmera". Comienza a hablar sin mirarme.

–Desde hace dos días sólo se habla de la accidental muerte de Julio Gómez. ¿Sabes lo que ocurrió? Resulta que Gómez estaba fumando mientras intentaba dormir, cuando un cigarrillo que no estaba apagado prendió sus sábanas, que incendiaron toda su cama y provocaron que el apartamento fuera pasto de las llamas– había disfrutado de cada palabra y, de repente, comenzó a reír–. ¿Cómo lo hiciste, chaval? ¡Era la persona con más poder de Pereira! Vendía casi el 80% de las drogas que se consumen en esta zona. Era la primera vez que matabas a alguien... ¿verdad?

–Sí, señor.

–Tú has cumplido tu parte del trato. Así que aquí tienes los 300 dólares –dijo sacando de un bolsillo un fajo de billetes arrugados.

–¡Usted me prometió 500!

–Lo sé –parecía querer decirme algo y mientras pensaba se reclinó de nuevo en el sofá-. ¿Sabes quién es "El Tuerto", muchacho? Es la persona que se interpone, al morir Gómez, ente el control total de la entrada y salida de droga en Pereira. Te lo diré sin rodeos. Te ofrezco, 1000 dólares por la vida de ese tío.

–Manolo, la poli sospecha que Gómez fue asesinado. No puedo arriesgarme de nuevo. Necesito los 500, así que dame el dinero ya.

–¿De verdad crees que vas a dejar escapar una oportunidad así? Jamás había visto a nadie desenvolverse como tú. Ya has matado a alguien, deja que se convierta en rutina.

–Dame mi dinero. Tengo una pistola.

–Creo que no me has entendido –repentinamente se había levantado e inclinado ante mí. Sólo unos centímetros separaban nuestros rostros.– Media ciudad está bajo mis pies y si grito, en menos de lo que piensas tendrás una bala incrustada en la cabeza. No te voy a dejar elegir. A ti no te tienen fichado.

Manuel saca de un cajón una hoja arrugada en la que supongo que se encuentra la dirección de "El Tuerto" y la mete en el bolsillo de mi camisa. Fuera ha empezado a llover. Salgo de "La Palmera" y comienzo a andar bajo la lluvia.

Estoy cansado pero vivo y, en el fondo, feliz. Quizá pueda comprarle ropa nueva a mi hermana; quizá podamos comer cada día si trabajo para Manuel. Me observo reflejado en los charcos y me aterra darme cuenta de que no conozco a la persona que veo, la que lleva escondida tras la camisa una pistola. Nunca hubiera pensado que tendría que echar mano de un arma. Las calles están desiertas, mami.

Mis zapatillas están casi cubiertas de barro. Escondido tras un coche herrumbroso, rezo a un dios que hace ya tiempo dejó de escucharme. Creo que cada gota de lluvia va a perforarme. Hace ya dos horas que espero con una pistola en la mano, observando la puerta de un apartamento a las afueras de Pereira.

Mi mente está casi en blanco cuando de repente veo una figura moverse dentro de la vivienda. Las luces de la casa se apagan y oigo como una puerta se cierra lentamente. "El Tuerto" permanece quieto en la entrada de su casa. Me sorprende no encontrar a nadie junto a él.

Mientras mi objetivo comienza a caminar hacia la acera en la que está aparcado el coche tras el que me escondo, yo pienso en ti, mami. Pienso que me agarras de la mano. Salgo de mi escondite mientras cargo la pistola. Camino hacia aquel desconocido y siento mi corazón arder bajo mi pecho.

Nos encontramos en mitad de la carretera. Yo le apunto al pecho con un revólver y él me mira sin moverse. Sólo logro distinguir el sonido de una palabra mal articulada salir de sus labios antes de que una bala le arranque la vida. El disparo se pierde oculto en el estruendo del aguacero.

Guardo el arma y camino con las manos en los bolsillos. Llegaré a casa en menos de una hora. Pienso en la excusa que utilizaré para explicarle a mi hermana de dónde he sacado 1000 dólares, cuando de repente creo intuir que alguien se desliza tras de mí. Me aplasto contra una pared y contengo la respiración. Mi corazón vuelve a arder. Sé que me siguen.

–¡Chaval! –la voz provenía de un chico que se encontraba a escasos metros de mí–, ¿de verdad creías que ibas a poder matar al "Tuerto" sin que nadie se diera cuenta?! La mitad de las vidas de la ciudad giran a su alrededor, incluyendo la mía. No te gires, tengo una pistola apuntando a tu cabeza.

El pánico se apodera de mí. Las piernas me tiemblan y creo que voy a vomitar.

–He oído un disparo. Era obvio que vendrías a liquidarle tras el asesinato de Gómez.

Sé que en el tambor de esa pistola hay una bala con mi nombre, pero decido doblar la esquina y correr, correr como nunca antes lo había hecho, con los ojos inundados en lágrimas. Estoy preparado. Alcanzo a escuchar una risa ahogada. El disparo se pierde oculto en el estruendo del aguacero. Sólo una vida más.